En el Día del Recuerdo del Holocausto y del Heroísmo: Ecos de fortaleza de Auschwitz a Sha'ar Hanegev
En el nebuloso ocaso de la Historia, ciertos acontecimientos resuenan con un eco tan fuerte que su resonancia se deja sentir a través de generaciones. Dos de estos acontecimientos, separados por décadas pero unidos por un hilo común de lucha y memoria, marcan profundamente el espíritu de quien busca la justicia y la paz. Es un hilo que entrelaza la desgarradora historia del Holocausto y los atentados del 7 de octubre con el espíritu firme de Israel, unido por el compromiso de no olvidar nunca y de permanecer unidos contra el odio y el terror. Esta historia recorre el solemne camino de la oscuridad a la luz, de la injusticia a la solidaridad y del derecho de un pueblo a vivir en paz en su tierra ancestral.
En agosto de 2023, mi esposa y yo fuimos testigos del doloroso legado del Holocausto en el Museo de Auschwitz, en Polonia. La solemnidad del lugar nos envolvió mientras caminábamos en un día lluvioso por aquellos terrenos que en su día fueron escenario de las mayores atrocidades de la humanidad. Pero nuestro viaje no terminó ahí; nos unimos a un grupo de amigos para seguir los pasos de Rudolf Vrba y Alfred Wetzler, dos almas valientes que escaparon para contar al mundo lo inimaginable. Organizada por el ICEJ de la República Checa, nuestra caminata de 120 kilómetros desde Auschwitz hasta Zilina (Eslovaquia) fue un acto de recuerdo y reafirmación del valor y la tenacidad de los judíos. A lo largo de ríos y montañas, cada paso reforzaba nuestro compromiso con la verdad y la justicia.
El viaje fue física y emocionalmente exigente, pero el sentido de comunidad y la presencia del nieto de Vrba, quien compartió historias dichas del diario de su abuelo, nos mantuvieron motivados. Esta marcha conmemorativa nos tomó seis días. Aun así, cada kilómetro recorrido en solidaridad era un testimonio de la voz colectiva alzada contra la intolerancia y el fanatismo, que resonaba en los valles y las montañas, haciéndose eco de los gritos de millones de personas silenciadas por el odio. Al llegar a Zilina, donde Vrba y Wetzler redactaron su vital informe, sentimos una mezcla de agotamiento y honor. La casa donde Vrba y Wetzler redactaron su informe era un testimonio del poder de la verdad, un recordatorio de que la luz puede brillar a través de las grietas de la oscuridad, incluso en los tiempos más oscuros. Fue un momento de reflexión y reverencia, una llamada a la acción para #nuncaolvidar a quienes perecieron y honrar su memoria con el compromiso de no permitir jamás que la historia se repita. Atroz y dolorosamente, volvió a ocurrir.
Apenas dos meses después, la Fiesta de los Tabernáculos, símbolo de superación y gratitud, se vio ensombrecida por los ecos del terror que rompieron la tranquilidad de la tierra de Israel. Durante aquella celebración, habíamos estado con el ICEJ en el Consejo Regional de Sha'ar Hanegev con 700 peregrinos cristianos celebrando la hermandad que el ICEJ mantiene con los kibbutzim de la zona desde hace décadas. Las sirenas del 7 de octubre nos despertaron. El horror de los atentados terroristas contra Israel resonaba tristemente con las lecciones del pasado. Nuestro querido amigo Ofir Libstein, anfitrión de nuestra visita dos días antes, fue la primera víctima de la que se tuvo noticia, una pérdida que conmocionó a toda la comunidad israelí y a los miles de peregrinos cristianos que aún permanecían en Israel.
En los días siguientes, a quienes formamos parte del ICEJ se nos notificó que un filántropo estadounidense ofrecía un vuelo chárter para que cualquier voluntario en Israel tuviera la oportunidad de marcharse antes de que comenzara la imparable guerra. Impresionados, nos miramos a los ojos, identificando que todos habíamos decidido quedarnos aquí. Sólo escuché estas palabras en mi espíritu «Cumpliré mi propósito en ustedes, pues los he hecho presentes aquí en Israel para un momento como éste».
Desde el principio, el ICEJ reconoció el derecho de Israel a defenderse contra este ataque y a liberar a los rehenes. Desde entonces, hemos elevado diariamente en unidad con nuestras noventa y cuatro oficinas en todo el mundo, nuestras devotas oraciones por la liberación de Israel de todos sus enemigos, y por el bienestar y la paz en toda la región. Mientras tanto, mi esposa y yo participamos en actividades humanitarias organizadas por la Embajada Cristiana, desde consolar a las familias de los rehenes, visitar a los soldados, ayudar en los kibutzim afectados por los atentados y empacar alimentos para las familias desplazadas. Mi papel en la ICEJ es el de servirles de portavoz ante el mundo hispano, y es un honor atender a los medios de comunicación internacionales, tanto laicos como religiosos, para transmitir el testimonio de lo que nuestros ojos y oídos perciben en estos momentos, que consideramos son los momentos en los que Israel más necesita a los cristianos.
La razón por la que mantenemos este firme compromiso de bendecir, hablar bien de Israel y apoyarle en su lucha contra el antisemitismo reside en la esencia misma de nuestra fe. Es un mandato divino y un acto de justicia que corresponde a las más altas expectativas de humanidad y compasión. Según las Escrituras, apoyar a Israel y a su pueblo no es sólo un acto de solidaridad, sino que cumple un propósito divino, al reconocer la interrelación de nuestros destinos e historia compartidos. Así, desde los sombríos días del Holocausto hasta los desafiantes tiempos actuales de crisis y guerra en Israel, nuestra misión sigue siendo clara. Nos mantenemos firmes en la defensa de Israel, en decir la verdad y en la incansable promoción de la justicia.
Con cada paso, como en el viaje a Zilina, y con cada palabra, como en nuestras apariciones públicas, reafirmamos nuestro compromiso inquebrantable con el pueblo judío, honrando tanto su éxodo en el pasado como su Aliá en el presente y forjando un futuro de esperanza y paz, (en hebreo: hatikva v'shalom), mientras anhelamos la llegada del Mesías en el que se cumplirán todas las promesas de bendición y salvación hechas a Israel y del que, por la pura gracia del Todopoderoso, los no judíos también somos beneficiarios.
Miguel Muñoz Valeriano es teólogo, especialista en diplomacia religiosa y portavoz hispano de la Embajada Cristiana Internacional en Jerusalén (ICEJ).